Los alumnos del Máster en Inteligencia Emocional, Psicología Positiva, Neurociencia, Coaching y estudio científico de la felicidad han tenido la oportunidad de participar en una práctica muy especial que les ha ayudado a comprender los mecanismos y el modo en que trabaja nuestro cerebro a la hora de gestionar emociones. Los estudiantes pudieron realizar un experimento en la Sección de Neurociencia Cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos UCM-ISCIII, de la mano de David Hernández Gutiérrez, investigador de esta sección que dirige el catedrático de Psicobiología Manuel Martín–Loeches.
El investigador, que estudia cómo la información social que recibimos (como podrían ser las expresiones faciales) afectan al lenguaje y a las emociones, ha destacado la electroencefalografía (EEG) como una “técnica muy potente” para el estudio de la actividad cerebral, mediante la colocación de un casco con electrodos en el cuero cabelludo, que permite interpretar en la pantalla –mediante un software específico– toda incidencia eléctrica captada. El electroencefalograma tiene multitud de aplicaciones, y es especialmente útil para detectar alteraciones o lesiones cerebrales (demencia, epilepsia, alzheimer, narcolepsia, insomnio, etcétera).
Una de nuestras alumnas, con la ayuda del investigador y del resto de estudiantes del Máster en Inteligencia Emocional multidisciplinar, ha experimentado todo el proceso, desde la aplicación del gel exfoliante previa colocación de los electrodos y del casco –que amplifican las señales eléctricas neuronales– , aplicación del gel conductor –electrolítico– y traslación de los datos al programa informático.
El investigador David Hernández explicó que, a diferencia de otras técnicas como la resonancia magnética, que muestra una imagen del cerebro en base a una reconstrucción matemática, en la Electroencefalografía “se capta directamente la energía eléctrica del cerebro”, de manera que “podemos ver directamente qué está sucediendo en el cerebro de esa persona, muchas veces incluso sin que sea consciente”.
Al momento de la emoción
Por lo tanto, en la electroencefalografía los investigadores van “directamente al momento en el que se siente una emoción o proceso cognitivo”, interpretando para ello los denominados potenciales evento-relacionados, con los que se realiza un promedio de una situación determinada, como la reacción a una emoción de forma repetida, para obtener datos significativos (por ejemplo, se analizan la altitud de los indicadores o la cantidad de neuronas implicadas en los procesos estudiados).
Entre las ventajas que ofrece la electroencefalografía, señala David Hernández, “permite saber cómo son los procesos mentales y las emociones sin tener que preguntar a la persona o analizar un comportamiento”, y además tiene un bajo coste y gran precisión.
Con el experimento, se trató de estudiar la influencia de la Inteligencia Emocional en la relación entre procesos emocionales y cognitivos, y más concretamente estudiar la base electrofisiológica del control cognitivo en un contexto emocional determinado. El control cognitivo es importante en la toma de decisiones y el comportamiento, e incluye la habilidad de recuperar y mantener información relacionada con una tarea, actualizarse en un cambio de contexto, e inhibir conductas o pensamientos inapropiados, por lo que depende en buena medida de la inteligencia emocional.
Además de la electroencefalografía, también se realizó un experimento para la actividad electrodérmica (con electrodos en los dedos), muy preciso a la hora de detectar cambios emocionales –de ahí su uso extendido en los conocidos ‘detectores de mentiras’–. El investigador explicó que las emociones suelen estar representadas por una parte de activación y otra de valencia. En el campo de las emociones, las valencias podrían ser el miedo, la alegría, la tristeza, etc., pero habría distintos niveles de activación (muy triste, por ejemplo), y aquí tiene especial relevancia el arousal (o nivel de activación cerebral).
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