El Instituto Psicobiológico ha dado comienzo a una nueva edición del Máster en Inteligencia emocional multidisciplinar y transversal, una jornada inaugural donde se han profundizado en los conceptos esenciales que se trabajarán a lo largo de toda la formación. Y para hablar de Inteligencia emocional hemos vuelto a contar con el catedrático de Psicología de la Universidad de Málaga Pablo Fernández–Berrocal, uno de los referentes en el estudio de la Inteligencia emocional (es director y fundador del Laboratorio de Emociones de la UMA), con su formación ‘Beneficios de la Inteligencia emocional en el ámbito personal y profesional: claves para su desarrollo’.
El catedrático, desde el máximo rigor científico y con su característico tono ameno, expuso la evolución de la Inteligencia emocional desde su “nacimiento científico”, en 1990, con los autores John Mayer y Peter Salovey, hasta la actualidad.
Aunque fue un poco más atrás en la línea temporal, y mencionó que ya en el siglo XIX el mismo Charles Darwin exponía que las emociones eran fruto de la evolución, y que compartimos estas con otros animales. Todo esto, en una dualidad sempiterna, heredada de la Grecia Clásica y acentuada con el filósofo René Descartes, la que separa la emoción de la cognición.
Ya en el siglo XX, tenemos precursores que desarrollaron teorías e investigaciones sobre diferentes tipos de Inteligencia, más allá de la cognitiva, como pueden ser Edward Thorndike y su Inteligencia social (década de los 30’), los ‘factores conativos’ de David Wechsler (40’), las Inteligencias múltiples de Howard Gardner (1983), o la Inteligencia práctica, analítica y creativa (teoría triárquica) de Robert Stenberg.
El nacimiento científico
Es a partir de la década de los 90’ cuando el concepto de Inteligencia emocional comenzó a tratarse desde el rigor y el método científicos, y fue gracias a Salovey y Mayer. Pero sin duda uno de los que más ha contribuido a la masificación y divulgación del término a nivel mundial es Daniel Goleman, con su bestseller Emotional Intelligence (1995). De ahí en adelante, lejos de quedarse en el olvido como una ‘moda pasajera’, la Inteligencia emocional ha gozado de una gran producción investigadora y bibliográfica gracias a autores ya consagrados como los neurocientíficos Joseph E. LeDoux y Antonio Damasio, ambos miembros del equipo docente multidisciplinar del Instituto Psicobiológico, o Giacomo Rizzoli con su descubrimiento de las neuronas-espejo de la empatía.
Conceptos a tener en cuenta
El Dr. Fernández-Berrocal ha querido clarificar algunos conceptos para facilitar el aprendizaje de los estudiantes, como el propio de emoción, que se entiende como un proceso que, por un lado, nos facilita una información importante, y que es altamente adaptativa.
No deben confundirse las emociones con los sentimientos, menos intensos y más duraderos, y que son el resultado de la evaluación cognitiva de las emociones. En otro plano tenemos el estado de ánimo, un proceso más lento –puede durar varios días–, con un tonalidad emocional más difusa y generalizada, y, por último, la personalidad, estable en el tiempo y en distintos entornos, con rasgos como la extroversión o la estabilidad emocional.
Y ¿qué emociones podemos encontrar? Toda emoción es una respuesta que traba en tres niveles: fisiológico, evaluativo y conductual. Y en cuanto a su clasificación, si atendemos a las emociones básicas, serían: alegría, tristeza, miedo, asco, ira y sorpresa. Hay tantas clasificaciones como autores, así como otro grupo en el que entrarían las emociones complejas, directamente vinculadas con la cultura y las interacciones sociales, y aquí entrarían, por ejemplo, la culpa, los celos, la envidia, la vergüenza…
Por Inteligencia emocional, el Dr. Fernández-Berrocal se queda con una definición que recoge la esencia de la misma: “La capacidad para reconocer, comprender y regular nuestras emociones y las de los demás” (Mayer, Roberts & Barsade, 2008).
Modelos de la Inteligencia emocional
El catedrático Pablo Fernández-Berrocal ha expuesto también los modelos para medir la Inteligencia emocional, siendo los más importantes el Modelo de Habilidad de Mayer y Salovey, que está basado en cuatro capacidades, a saber: Percepción, expresión y evaluación emocional; Facilitación emocional; Conocimiento emocional; y Regulación emocional.
Podría considerarse el método más puro y científico, pero existen otros muy conocidos y utilizados, que entran en la categoría de Modelos Mixtos.
Uno de ellos es el Modelo de Reuven Bar-On, que introduce diversas categorías como la Inteligencia intrapersonal (aquí entrarían ítems como la autoestima), la Inteligencia interpersonal (por ejemplo, el nivel de empatía), la adaptación, el manejo del estrés o el estado de ánimo general. Por otro lado, otro modelo, el de ‘Competencias Emocionales’ de Daniel Goleman, no es un modelo puramente científico, pero es uno de los más utilizados, y también se miden competencias personales y sociales desde la conciencia y la gestión.
En el seminario impatido por el Dr. Fernández-Berrocal se pusieron como ejemplos, con la participación de los alumnos, los test más utilizados para medir la Inteligencia emocional, como son el Trait-Meta Mood Scale TMMS-24 y el MSCEIT.
Los beneficios
La Inteligencia emocional, alta o baja en cada individuo, puede desarrollarse, y su aplicación reporta beneficios a nivel personal y profesional, en sectores tales como la Sanidad, la Educación y en el ámbito de las organizaciones (aspectos como el liderazgo, el compromiso y la responsabilidad). Así, por ejemplo, estudios realizados en el sector sanitario han demostrado que una alta Inteligencia emocional por parte del profesional se traduce en una mayor confianza por parte del paciente, un mayor grado de adherencia al tratamiento y también más satisfacción con la consulta, así como un menor desgaste personal y mayor realización.
Desde el punto de vista personal, los beneficios están contrastados, y existen investigaciones científicas como la impulsada por la Dra. Mercedes García, directora del Instituto Psicobiológico, que establecen una relación entre personalidad, bienestar y la salud.
Asimismo, la Inteligencia emocional puede derivar en un mejor rendimiento académico y en el trabajo, mejores relaciones familiares e íntimas, relaciones sociales y profesionales, del mismo modo que ayuda a reducir la ansiedad y la depresión, a combatir adicciones y a evitar conflictos interpersonales.
Recordamos a nuestros alumnos que para el 14 de noviembre está prevista la tutoría con el Dr. Pablo Fernández-Berrocal.
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