El Instituto Psicobiológico celebró los días 16-17 de febrero la quinta Jornada Formativa del Máster en Inteligencia emocional, Psicología positiva, Neurociencia, Ciencias de la Felicidad, el Bienestar y la Salud, un fin de semana que volvió a ser intenso con ponentes de referencia. Sesiones formativas en las que los estudiantes se adentraron en los campos de la Neuroeducación, la Epigenética, la Regulación emocional y también en el ámbito de la Salud, a través de la Neurofisiología del dolor y la calidad de vida.
Si en la penúltima unidad didáctica los alumnos del Máster tuvieron el privilegio de asistir a una clase magistral en exclusiva del prestigioso neurocientífico y catedrático portugués Antonio Damasio, en esta quinta Jornada Formativa, el Instituto Psicobiológico y sus alumnos han tenido el honor de recibir a un catedrático también referente en el el campo de la Neurociencia, la Neuroeducación y las emociones.
Francisco Mora es catedrático de Fisiología Humana (UCM), Doctor en Medicina por la Universidad de Granada, y Doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford (Inglaterra), además de Doctor Honoris Causa por la Universidad Siglo 21 de Buenos Aires (Argentina). Sus estudios e investigaciones han tenido gran repercusión científica, siendo «referente en muchos aspectos para el mismo Antonio Damasio».
Por su parte, la Dra. Mercedes García, directora del Instituto Psicobiológico, recalcó el «lujo de poder contar con una autoridad científica como el catedrático Francisco Mora». Su intervención, que abrió las sesiones formativas del sábado, se titulaba ‘Neuroeducación: cerebro, aprendizaje y conducta’, donde abordó diferentes y muy interesantes aspectos e torno al nuevo paradigma de la enseñanza, las emociones positivas, la educación en valores y sobre las bases del aprendizaje y la memoria.
Con un tono ameno y e incluso con pinceladas de humor tan características en el catedrático, que agradeció un alumnado nuevamente muy participativo, el Dr. Mora explicó que entre los retos que se ha propuesto, está el de «dar una nueva dimensión a la educación», y ese proceso pasaría por «anclar las humanidades en las ciencias».
Siempre vehemente en sus afirmaciones, el catedrático afirma que la «cultura en la que vivimos está muriendo», por lo que se exige un cambio, el cual ya se vislumbra y que resulta necesario. Un nuevo modelo pedagógico para el que la comunidad docente, por desgracia, aún no está preparada, un modelo que tiene a las ciencias de la mente, del cerebro, como vertebradoras de los programas. El mismo Dr. Mora se erige como el autor que «realmente ha puesto la Neuroeducación en el sitio que merece», un modelo que huye de lo que viene denominándose cultura o moda ‘neuro’, y que enraíza en la Neurociencia la enseñanza a los niños y jóvenes.
La emoción como ancla de la memoria y el aprendizaje
El ser humano vive otro proceso de desmitificación, dejando la metafísica a un lado, donde toda persona es considerada como «pura biología», y eso «es la nueva cultura, la dimensión biológica del ser humano, con nuestro cerebro emocional como director de orquesta».
Partiendo de la base de que «cada ser humano es lo que la educación hace de él», que «genéticamente muy poco ha cambiado la especie», el paradigma que defienden autores como el Dr. Mora descansa el valor de la emoción en la enseñanza, basado en los conocimientos que se tienen del funcionamiento del cerebro.
Entre otros aspectos, el catedrático subraya el valor del juego en la enseñanza y pedagogía, ya que es «el disfraz del aprendizaje, ya que propicia aprender con alegría; se refuerzan con placer las vías neuronales que hacen que te guste aprender y memorizar y fomentar la curiosidad».
Con esta aplicación de las neurociencias, el Dr. Mora ha insistido en un error que se comete en la enseñanza pública y privada, y es el forzar la edad para enseñar a los niños a leer. «Hoy sabemos que los los territorios de Wernicke no están sinápticamente construidos hasta pasados unos seis años», por lo que no sería recomendable presionar a un niño a que aprenda a leer antes de esa edad.
Al igual que otros autores como Antonio Damasio, el Dr. Francisco Mora sitúa a las emociones en el primer plano protagonista en la toma de decisiones de las las especies, incluido el ser humano, para garantizar la supervivencia. Y precisamente, las emociones son el «primero de los códigos cerebrales de un recién nacido, que serán «llaves para el aprendizaje y la memoria». «La raíz de todo –argumenta el catedrático– es la emoción, es el motor que nos empuja a hacer cosas en el mundo. Y eso tiene un código genético expresado en todos los circuitos cerebrales; y no hay razón sin emoción, no hay pensamiento sin el calor o el hervido emocional que hay bajo las ideas: no hay significado emocional sin el sistema límbico que se lo imprime».
La importancia de la Epigenética
Al profundizar en la plasticidad cerebral, el Dr. Francisco Mora abordó ligeramente la influencia de la Epigenética, esa «capacidad de transformación del genoma y su expresión, modificando el ‘cableado’ del cerebro».
Términos científicos que fueron integrando los alumnos, y sobre esta disciplina, la Epigenética, ahondaría en la quinta Jornada Formativa la Dra. en Biología (UCM) Carmen Vida, que la define como la ciencia que estudia los mecanismos no genéticos «que alteran la expresión genética«, lo que se conoce como el fenotipo, que viene determinado por el ambiente.
Nuestra herencia, por lo tanto, no sólo es genética, sino también epigenética, explica la Dra. Vida, quien lo ejemplifica en los estudios con gemelos univitelinos (un solo cigoto), con un mismo genoma y un fenotipo dispar.
Toda alteración de la expresión genética, por lo tanto, es heredable a las generaciones posteriores, lo que apuntan estudios que muestran cómo una madre en gestación que sufre permanente estrés emocional –con el consiguiente aumento del cortisol– podría generar alteraciones conductuales en el niño, que se manifiestan cuando son adultos. Por esta razón, la Inteligencia emocional resulta fundamental para el ‘equilibrio’ genético y para la correcta homeostasis, en términos de la psiconeuroinmunoendocrinología.
Regulación emocional y conductual
Muy interesante el programa de Inteligencia emocional expuesto por colaboradores del Instituto Psicobiológico, y que hablaron sobre los ‘Fundamentos de la Regulación emocional y conductual’. Los alumnos han profundizado en los estudios de referentes en la Inteligencia emocional, como John Mayer, Peter Salovey, Daniel Goleman o Albert Bandura. Precisamente, la autorregulación emocional es tal vez la habilidad más compleja de la Inteligencia emocional, como afirma el catedrático Pablo Fernández–Berrocal.
Se repasaron diferentes conceptos como la conciencia emocional, la flexibilidad cognitiva, la diferencia entre una personalidad madura e inmadura, la metacognición en la Inteligencia ejecutiva o la educación del inconsciente cognitivo.
La Neurofisiología del dolor y «psicología del dolor»
El ámbito de la salud (por su interrelación inevitable con el espectro emocional) conforma una parte esencial del Máster en Inteligencia emocional, de especial interés en este campo fue la intervención que ofreció la Dra. María del Mar Municio, especialista en Biología Molecular y Celular e investigadora en desarrollo clínico de medicamentos. La Dra. Municio abordó la ‘Neurofisiología del dolor. Factores psicológicos y socioambientales’.
Por un lado, la doctora subrayó el abordaje multidisciplinar del dolor, que puede ser «físico, psicológico y social», y su conexión directa con la calidad de vida (emociones negativas, relaciones interpersonales pobres, cambios comportamentales), y tanto el dolor como la calidad de vida son valores mensurables.
Otro aspecto importante, mencionó la doctora Municio, es el de la ‘Psicología del dolor’, muy en consonancia con las pautas actuales: «Casi nunca nos planteamos una estrategia distinta que tomar analgésicos». Y es que el dolor, destaca la Dra. María del Mar Municio, «puede provocarnos un malestar que va más allá de las sensaciones físicas; puede afectar a nuestras emociones, y estas emociones pueden alimentar e incrementar nuestro dolor al mismo tiempo».
Asimismo, debemos atender a la «percepción del dolor», y es que «dependiendo de cómo seamos, de cómo sintamos y de cómo nos comportemos, percibiremos el dolor de un modo más o menos intenso», de manera que se requiere en la persona una «adecuada salud y gestión emocional». Una percepción que, además, es diferente según el género.