¿Cómo podemos aprender mejor? Neuroeducación

La neuroeducación o neurodidáctica, disciplina que estudia cómo aprende el cerebro, está desencadenando un nuevo enfoque de la enseñanza.  Basada en la premisa de que «el cerebro necesita emocionarse para aprender”, trata de identificar cómo funciona el cerebro en el proceso de aprendizaje y reconocer cuáles son las cosas que le estimulan, para hacer el aprendizaje más efectivo. La neurodidáctica fusiona la educación, la psicología y la neurociencia, utilizando lo mejor de cada una con objeto de optimizar la metodología en la educación.
«El cerebro es el máximo poder en el hombre», ya Hipócrates (460-370 A.C) adelantaba la importancia que, en la actualidad, ha ostentado el cerebro en muchos procesos, entre ellos el aprendizaje. Este médico de la antigua Grecia afirmó que “los  hombres  deben  saber  que  del  cerebro,  y  sólo  de  él,  vienen  las  alegrías,  las  delicias,  el  placer, la risa y también, el sufrimiento, el dolor y los lamentos. Y por él, adquirimos sabiduría y conocimiento y vemos, y oímos y sabemos lo que está bien y lo que está mal, lo que es dulce y lo  que  es  amargo.  Y  por  el  mismo  órgano,  nos  volvemos  locos,  y  deliramos  y  el miedo  y  el terror nos asaltan. Es el máximo poder en el hombre. Es nuestro intérprete de aquellas cosas que están en el aire”.
Si bien muchas de las propuestas de estrategias de entrenamiento para el aprendizaje de la neuroeducación han sido concebidas para el ámbito educativo, estas pueden generalizarse adaptándose a otras áreas de la vida profesional o personal.
Esta disciplina defiende que  aprendemos mejor cuando experimentamos, y, sobre todo, cuando el cerebro se emociona y tiene curiosidad, no cuando aplicamos el simple acto memorístico. Si tenemos en cuenta que el aprendizaje en grupo tiene carácter experimental, su propia naturaleza nos permite afirmar, por tanto, que los conocimientos quedarán fijados con mayor intensidad a lo largo del tiempo. Así, Francisco Mora reafirma que El procesamiento de la información comienza con la captación de un estímulo que llega al sistema límbico o cerebro emocional a través de los sentidos. Dentro del sistema límbico, la amígdala, que es la parte más primitiva del mismo, adquiere una función primordial en este proceso. Esta  se activa, sobre todo, ante acontecimientos que ponen en peligro la supervivencia o ante el factor sorpresa. Es este el momento en que la información es transferida a la corteza cerebral, encargada de los procesos cognitivos. Las emociones constituyen un papel indispensable para el mantenimiento de la curiosidad, en la comunicación con nuestros iguales, durante los procesos de razonamiento, y en la toma de decisiones.
No obstante, como puede resultar obvio, no todas las emociones benefician el aprendizaje. Las emociones positivas, efectivamente, facilitan la memoria y con ello el aprendizaje, no así las negativas mantenidas en el tiempo. El estrés crónico, por ejemplo, dificulta el paso de información del hipocampo a la corteza prefrontal, parte del cerebro donde se llevan a cabo las funciones ejecutivas.
Algo que, a priori, puede sorprender es la capacidad que demuestra el ejercicio deportivo en el proceso de aprendizaje. El estímulo de producción de endorfinas  aumenta  la concentración y la atención, potenciando de este modo la capacitación para el estudio. Además, hay diversos estudios que afirman que la realización de deporte cardiovascular hace que los músculos segreguen una proteína que pasa al cerebro y aumenta la plasticidad del mismo generando nuevas conexiones neuronales y, por lo tanto, la mejora en la capacidad de aprendizaje. En relación a la plasticidad neuronal,  se ha comprobado su utilidad como mecanismo compensatorio en trastornos del aprendizaje como la dislexia o el TDAH.

Francisco Mora, máximo referente en neuroeducación, afirma que «sólo se puede aprender aquello que se ama». También, Ken Robinson en su libro The Element (2009) habla sobre la «necesidad  de  buscar,  y  encontrar el talento de cada uno que nos define como personas individuales y únicas». Sobre este punto, podemos reseñar la importancia de perseguir un encuentro con nosotros mismos, de tal forma que nuestro aprendizaje pueda ir enfocado a un exitoso desarrollo personal.
La novedad alimenta la atención. Esta es una de las premisas que tiene en cuenta la neuroeducación para obtener un mayor rendimiento en el aprendizaje. Si hacemos pensar al cerebro,  innovando en tareas que se salgan de lo que hemos realizado con anterioridad, , haremos que se ponga en marcha el mecanismo de la creatividad latente en el individuo y con ello conseguiremos que el aprendizaje sea más efectivo tanto a corto como a largo plazo.
 
REFERENCIAS

  • Erk S. et al. (2003): “Emotional context modulates subsequent memory effect”.                 Neuroimage, 18.
  • Spitzer, Manfred (2005). Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida.
  • Posner, Michael I. y Rothbart, Mary K. (2007). Educating the human brain. American Psychological Association.
  • Maguire, E. A. et al. (2000): “Navigation related structural change in the hippocampi of taxi drivers”, PNAS 97.
  • Mora, Francisco (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

 

1 comentario en “¿Cómo podemos aprender mejor? Neuroeducación”

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