Las conexiones neuronales de nuestro cerebro se cuentan por miles de billones. A partir de las mismas se gestiona nuestra forma de ser, comportamiento social, nuestra cognición… Pero el cerebro, esa ‘máquina’ que consideramos perfecta –ningún superordenador ha podido emularlo todavía–, también tiene sus limitaciones. El crecimiento del cerebro –y cráneo– del ser humano (encefalización) han propiciado la multiplicación de la capacidades cognitivas y habilidades de las personas, pero hemos de tener claro, como lo expresa el catedrático de Psicobiología y experto en Neurociencia Manuel Martín–Loeches, que el cerebro es vulnerable y muy influenciable.
Precisamente, la última ponencia ofrecida por el Dr. Martín-Loeches en el Máster en Inteligencia Emocional, Psicología Positiva, Neurociencia, Coaching y estudio científico de la felicidad llevaba por título ‘La vulnerabilidad de la mente humana y el poder del lenguaje en el cerebro’, con la que explicó la tremenda influencia que tienen los estímulos sociales –como lo es el lenguaje– en la mente.
Al margen de las obvias modificaciones evolutivas, el Dr. Martín-Loeches asegura que “nuestro cerebro no es tan excepcional”, y “a pesar de lo bien que puede funcionar”, puede “defraudarnos”. “Lo que estamos viendo en la Psicología y la Neurociencia –afirma el catedrático– es que en realidad la mente humana posee múltiples capacidades y es muy peculiar, pero no es un ordenador, y es tremendamente social y emocional, además de racional”.
Nuestra ‘maquinaria’ cerebral no es perfecta, existen ciertas limitaciones en nuestro procesamiento de la información que nos llega del mundo. Así, por ejemplo, la mente “sólo percibe una parte de la realidad”, y lo que no percibe, “lo construye”. Además, la consciencia va con retraso, recoge los productos del funcionamiento del cerebro, pero siempre construye ‘a remolque’.
Por otro lado, al cerebro humano “no le importa la verdad, sino algo que explique las cosas”, y en nuestro procesamiento cognitivo influye sobremanera el componente inconsciente, y eso “lo sabe muy bien la publicidad”. Martín-Loeches cita a Gary Marcus, autor que trabaja en la evolución, quien afirma que “la evolución nos ha moldeado no para pensar, sino para actuar; no para tratar con dinero, sino con comida”. Por lo tanto, disponemos en nuestra mente de dos sistemas, uno reflejo, más ancestral, y otro deliberativo, que es más reciente y aún “no está bien ajustado”, y para Marcus este último sistema es un “apaño, una chapuza sobre el cerebro de un primate primitivo, tras utilizar piezas viejas o elementos existentes”. Por esta razón “falla y cuesta mucho utilizar”.
El cerebro social, la imitación y los rostros
El catedrático Manuel-Loeches afirma que nuestro cerebro es “ante todo emocional y social”, y en el cerebro social se incluyen regiones como el giro fusiforme –con el que reconocemos y ‘almacenamos’ las caras o rostros–, el sistema de neuronas espejo –nos llevan al mimetismo– y el denominado Default-Mode network (DMN o Red neuronal por defecto), que se activa cuando ‘no pensamos en nada’.
El doctor también hizo hincapié en la relevancia de las Neuronas Von Economo en este cerebro social, y aparte de los seres humanos, las poseen algunos cetáceos y primates –es decir, los animales más sociales–, y abundan en una parte del cerebro que se identifica con el cerebro social y con la parte que tiene que ver con la toma de decisiones y la detección de conflictos sociales.
Otra de las propiedades más sorprendentes del cerebro es que es una “máquina especializada en desentrañar mentes”, y de sentir emociones ajenas. El procesamiento emocional también viene dado por las expresiones faciales –en las que están implicados músculos de la cara tan importantes como el cigomático y el corrugador–, que son “contagiosas”.
Manuel Martín-Loeches concluye que el cerebro humano es “muy influenciable por la realidad externa, una realidad externa que es especialmente social”.
El poder del lenguaje
Esta codificación verbal que utilizamos para comunicarnos tiene un influjo tremendo sobre el cerebro. Algunos autores como el psicólogo Frith afirman que, teniendo en cuenta cómo es nuestra mente, el lenguaje humano surgió para “poder influir sobre otras mentes”. Tomasello (2008) concluye por su parte que el lenguaje surgió porque nuestra especie se caracteriza por la cooperación, y el lenguaje no hace sino facilitar dicha cooperación”.
Respecto al poder del lenguaje, el catedrático Martín-Loeches hace referencia a diversos experimentos que así lo demuestran, tales como la influencia de palabras emocionales, como los halagos e insultos, decisiones que cambian en función de las palabras utilizadas por la activación cerebral que se genera, e incluso alteraciones en el comportamiento y el ánimo en función de las palabras que procesamos.